Los habitantes de San Juan del Río, municipio del centro de México, convirtieron un panteón del siglo XVIII en el Museo de la Muerte, el único en el país que tiene esta vocación y que acapara a los visitantes con motivo del Día de Muertos, que se celebra el 1 y 2 de noviembre.
Las exhibiciones del lugar “difunden la devoción y el honor a los santos muertos”, explicó a EFE Francisco Landeros, secretario Económico, Empresarial y de Turismo de San Juan del Río, municipio del estado de Querétaro.
“Es único en el país como Museo de la Muerte. Dentro de esta museografía es donde están estos esqueletos en honor a los santos difuntos, donde hay esquelas, donde hay recuerdos, donde hay catrinas (calaveras mexicanas) originales de aquellos tiempos”, detalló.
Edificado en 1854, el Panteón de la Santa Veracruz estaba ubicado en ese entonces a las afueras de la ciudad, un lugar destinado exclusivamente para la clase alta de San Juan del Río.
Pero con el crecimiento demográfico, fue absorbido por la mancha urbana y actualmente está a pocos minutos del centro histórico en el pico de una pequeña colina, rodeado de casas, leyendas e historias.
Historia enterrada
Neftalí Sáenz Bárcenas, cronista municipal de San Juan del Río, relató que durante 110 años este lugar recibió los restos humanos de quienes conformaban la élite del lugar y desde 1969, dos años después de su clausura como panteón, se buscó que su vocación estuviera enfocada a la museografía.
En 1997 tomó el nombre de Museo de la Muerte para mostrar cómo se han transformados los rituales a los muertos desde la época prehispánica, su transformación a partir de que llegaron los conquistadores europeos y su evolución hasta el siglo XX, así como las diferentes formas de entierro.
“El cementerio tiene zonas que en ese mismo sentido tenían pago, van de arriba hacia abajo, porque estamos en un lugar muy especial, está construido al borde de un peñasco y va con base de importancia, de siete clases iban los niveles hacia abajo”, detalló.
Pero no solo el lugar en el que eran ubicados los difuntos dentro del panteón denotaba la clase social a la que pertenecían, pues también debían cumplir con ciertos rituales de entierro que dejaran muy en claro que se trataba de gente de élite.
Entre estos rituales estaba el pintar el ataúd de color azul, un tono que en México se le conoce actualmente como “azul rey”, pero que en esa época se le conocía como “azul real” porque estaba relacionada con la realeza.
Un atractivo local y turístico
Más allá de los restos de quienes ahí descansan, para los vecinos del lugar este espacio se ha convertido en motivo de leyendas y de interés, tanto para aquellos que se declaran veneradores de la muerte como de quienes aseguran haber sido testigos de situaciones paranormales.
“Como era antes un panteón, hay cuerpos, entonces sí cuentan las leyendas y he escuchado amigos que dicen que han visto cosas; gente que vive cerca que dentro de sus casas se escuchan ruidos o han llegado a ver sombras”, comentó Alejandro Fuentes, habitante de San Juan del Río.
“Yo, las veces que he ido, sí he sentido como una tensión en el lugar, una vibra como más pesada, en particular me siento raro estando ahí”, añadió.
Hoy este espacio se encuentra en trabajos de remodelación, pues la autoridad municipal y estatal buscan rescatar la cultura histórica de este sitio, sus pinturas originales y devolver a los muertos el honor que han perdido.
Con información de EFE
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Fuente: López Doriga